jueves, julio 25, 2013

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Un ejecutivo, de viaje de negocios, conoce a una señorita. Entablan conversación, y rápidamente se ponen de acuerdo en el precio: $ 4.000 por toda la noche. El hombre le advierte a la chica que no lleva tanto efectivo encima, pero que al día siguiente le hará llegar un cheque por el importe, y como garantía le da una tarjeta personal. Y le avisa que el concepto de la factura será «Alquiler de Departamento», para poder justificarlo ante la AFIP. Al día siguiente, de camino a su oficina, se arrepiente de lo que prometió pagar y envía la siguiente nota:

«Estimada señorita: adjunto un cheque por $ 2.000 por el alquiler de su departamento. No remito el monto convenido por tres razones: 1) Pensé que nunca había sido ocupado, pero comprobé que tenía un uso extensivo; 2) creí que la calefacción funcionaría bien y no fue así: estaba frío; 3) que sería lo suficientemente pequeño para hacerme sentir a gusto y en casa, y resultó enorme».

Al otro día, el ejecutivo recibe una carta de la chica:

«Estimado señor:
1) No entiendo cómo usted pensó que un departamento tan bello podría estar desocupado indefinidamente;
2) la calefacción funciona a pleno; hay que saberla encender...
3) en cuanto al espacio, el departamento es pequeño y acogedor: no tengo la culpa de que su escaso mobiliario no haya podido llenarlo. No culpe a la locadora por esas fallas.

Por favor envíe el resto del importe convenido o me veré obligada a contactarme con su actual locadora».

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